lunes, 12 de agosto de 2013

DISCURSO DE EUGENIO MARÍA DE HOSTOS EN LA ESCUELA NORMAL EN LA INVESTIDURA DE LOS PRIMEROS MAESTROS NORMALES. (Fragmentos).





Señor Presidente de la República:

Señores:

Han sido tantas, durante estos cuatro años de prueba, las perversidades intentadas contra el Director de la escuela Normal que acaso se justificaría la mal refrenada indignación que ahora desbocara sobre ellas.

Pero no: no sea de venganzas la hora en que triunfa por su misma virtud una doctrina. Sea de moderación y gratitud.

Sólo es digno de haber hecho el bien, o de haber contribuido a un bien, aquel que se ha despojado de sí mismo hasta el punto de no tener conciencia de su personalidad sino en la exacta proporción en que ella funcione como representante de un beneficio deseado o realizado.

Una vez, en los Andes sobreaños, por no se sabe qué extraordinaria sucesión de esfuerzos, había logrado sobrevivir al penúltimo pico de la cúspide misma del desolado ventisquero del Planchón una alpaca de color tan puro como la no medida plancha de hielo que le servía  de pedestal. Descendiendo por la vertiginosa pendiente del ventisquero, y hundiéndose en los cóncavos senos de la tierra como todo el fragor de los truenos repetidos mil veces por los ecos subterráneos, dos torrentes furiosos azotaban la mole en que la alpaca se asilaba. Las oleadas la sacudían, las espumas la salpicaban, los horrísonos truenos la amenazaban, y la tímida alpaca no temía.

Muy por debajo de la cubre, al pie del ventisquero, una turba de enfermos que habían ido a buscar la curación de sus dolencias o de sus pasiones en aquella salutífera desolación, se entretenía contemplando la angustiosa lucha entre el débil andícola y los fuertes andes; y como, como siempre que los hombres se entretienen, los unos se mofaban del débil, los otros celebraban con risotadas las irracionales mofas, estos tiraban piedras que no podían alcanzar al inaccesible animalito, aquellos trataban de acosarlo con sus vociferaciones, alguno que otro lo compadecía, solo una tomaba para sí el ejemplo que él le daba, y todos deseaban que llegara el desenlace cualquiera que esperaban.
Mientras tanto, alpaca solitaria, indiferente a los gritos y las risas de los hombres, impasible ante el estruendo y el peligro, buscaba un punto de apoyo en la saliente de hielo petrificado que coronaba el ventisquero, y, después de caer una y más veces, logro por fin encaramarse en el único seguro de aquel desierto de hielo desolado: entonces, conociendo por primera vez el peligro d muerte que había corrido, y oyendo por primera vez el peligro de muerte que había corrido, y oyendo por primera vez el peligro de muerte que había corrido, y oyendo por primera vez las vociferaciones que la habían acosado, dirigió una mirada placida a los hombres, a los torrentes desenfrenados y al abismo adonde habían tratado de precipitarla, fijo la vista en el espacio inmenso, y percibiendo sin duda cuan invisible punto son los seres inmortales en la extensión inmortal de la naturaleza, transmitió a sus ojos expresivos la centelleante expresión de gratitud que a todo ser viviente conmueve en el instante de su salvación; y, dirigiendo otra mirada sin encono a las fuerzas naturales y a los hombres que la habían acosado, por invisibles senderos se encaminó tranquilamente a su destino.

Razón sana es la que para volver a tropezar y a caer y a levantarse: Razón sana es la funciona estrictamente sujeta a las condiciones naturales de su organismo.

Y entonces es cuando, directora de todas las fuerzas físicas y morales del individuo, normalizadora de todas las relaciones del asociado, creadora del ideal de cada existencia individual de cada existencia nacional,  y del ideal supremo de la humanidad, se dirige a si misma hacia la verdad, dirige la efectividad hacia lo bello bueno, dirige la voluntad de bien; regula  por medio del derecho del deber las relaciones de familia, de comunidad, de patria; forja el ideal completo del hombre en cada hombre; el ideal de la patria bendecida por la historia, en cada patriota; el ideal de la armonía universal, en todos los seres realmente racionales; e, iluminando con ellos la calle de amargura que la naturaleza sorda señalando con in dice inflexible al ser humano, le lleva de siglo en siglo, de continente en continente, de civilización en civilización, al siempre oscuro y siempre radiante Gólgota donde se descubre con asombro la eternidad de esfuerzos que ha costado el sencillo propósito de hacer racional al único habitante de la tierra que está dotado de razón.
La enseñanza verdadera: la que se desentiende de los propósitos históricos, de los métodos parciales, de los procedimientos artificiales, y, atendiendo exclusivamente al sujeto del conocimiento, que es la razón humana, y al objeto del conocimiento, que es la naturaleza, favorece la copula de entrambas, y descanse en la confianza de que esa copula feliz dará por fruto la verdad.
Dadme la verdad, y os doy el mundo. Vosotros, sin la verdad, destrozareis el mundo: y yo, con la verdad, con solo la verdad, tantas veces reconstruiré el mundo cuantas veces lo hayáis vosotros destrozado. Y no os daré solamente el mundo de las organizaciones materiales: os daré el mundo orgánico, junto con el mundo de las ideas, junto con el mundo de los afectos, junto con el mundo del trabajo, junto con el mundo de la libertad, junto con el mundo del progreso, junto,-para disparar el pensamiento entero,-con el mundo que la razón fabrica perdurablemente por encima del mundo natural.

Así como el centro del mundo planetario esta en el sol, y el centro de la razón está en el mundo que contempla, así el centro de toda virtud es la razón. Desarrollar en los niños la razón, nutriéndola de realidad y de verdad, es desenvolver en ellos el principio mismo de la moral y la virtud.

La moral no se funda más que en el reconocimiento del deber por la razón; y la virtud no es más ni menos que el cumplimiento de un deber en cada uno de los conflictos que sobrevienen de continuo entre la razón y los instintos. LO que tenemos de racionales vence entonces a os que tenemos de animales, y eso es virtud, porque eso es cumplir con el deber que tenemos de ser siempre racionales, porque eso es la fuerza (virtus), la esencias constituyente, la naturaleza de los seres de razón.
Para lograr ese fin, más alto y mejor que otro  cualquiera (por ser, tomando un pleonasmo expresivo de la metafísica alemana, el fin final del hombre en el planeta), por lograr ese fin han querido los grandes maestros, desde Confucio hasta Sócrates, desde Fenelón hasta Froebel, desde Tyndall hasta Lockyer, desde Mann hasta Hill, secundar a la razón en su incesante evolucionar a la verdad. Por lograr ese fin se quiso también aplicar aquí el sistema y el procedimiento racional de educación. Formar hombres en toda la extensión de la palabra, en toda fuerza de la razón, en toda la energía de la virtud, en toda la plenitud de la conciencia, ese podrá haber sido el delito, pero esa ha sido y seguirá siendo el propósito del director de esta obra combatida.
 Al querer formar hombres completos, no lo quería solamente por formarlos, no lo quería tan sólo para dar nuevos agentes a la verdad, nuevos obreros al bien, nuevos solados al derecho, nuevos patriotas a la patria dominicana: lo quería también por dar nuevos auxiliares a mi idea, nuevos corazones a mi ensueño, nuevas esperanzas a mi propósito de formar una patria entera con los fragmentos de patria que tenemos los hijos de estos suelos.

Y cuando más desesperado cierre los ojos para no ver el mal que sobrevenga, del fondo de su retina resurgirá la escena que más patéticamente le ha probado la excelencia de esta obra.

Estábamos en ella: estábamos trabajando para acabar de entregar a la República esos hombres. Uno de ellos iba a ser examinado, y se había dado la señal. El órgano, con su voz imponente, hacia resonar ese interludio sublime que, con cuatro notas, penetra en lo hondo de la sensibilidad moral, y la despierta en los rincones de la sensibilidad física, y eriza los nervios en la carne.

 La escuela era en aquel momento lo que en esencia es: y el silencio  y el recogimiento atestiguaban que se estaba oficiando en el ara eterna de redención que es la verdad.

 De pronto, al pasar por la puerta una mujer del campo, se detiene, deja en la acera los útiles de su industria y de su vida, intenta trasponer el umbral, se amedrenta, vacila entre el sentimiento que la atrae y el temor que la repele, levanta sus escuálidos brazos, se persigna, dobla la rodilla, se prosterna, ora, se levanta en silencio, se retira, medrosa de sus propios pasos, y así deja consagrado el templo.

Los escolares imprevisores se reían, el órgano seguía gimiendo su sublime melopea, y, por no interrumpirla ni interrumpir la emoción religiosa que me conmovía, no exprese para los escolares la optación que expreso ante vosotros y ante la patria de hoy y mañana.

Ojala que legue pronto el día en que la escuela sea el templo de la verdad, ante el cual se prosterne el transeúnte, como ayer se prosterno la campesina! Entonces no la rechacéis con vuestras risas, no la amedrentéis con vuestra mofa; abridle más las puertas, abridle vuestros brazos porque la pobre escuálida es la personificación de la sociedad de las Antillas, que quiere y no se atreve a entrar en la confesión de la verdad.


Antología de la Oratoria en Santo Domingo. Sociedad de Bibliófilos Dominicanos. Santo Domingo. República Dominicana. 1994.


CARTA AL PRESIDENTE


Ligia Minaya
Denver, Colorado

No se olvide de dar una vueltecita por el Manicomio del Km.28 de la Autopista Duarte. Recuerde que los locos también son ciudadanos dominicanos y que merecen atención

Señor Presidente:
Creo que usted está haciendo cosas como nunca se han hecho. Eso de visitar, sin avisar, pueblos y campos para ver lo que pasa allí y darle soluciones, es algo muy importante. Sus acciones son muy efectivas y satisfactorias. Estoy segura de que muchos ciudadanos volverán a vivir en su lugar de origen. En los días que estuve allá, vi y sentí que una gran mayoría de los dominicanos está a su lado. Es verdad que todavía quedan muchas cosas por hacer, por ejemplo: el aumento de salario de los empleados públicos y privados, las pensiones a los hombres y mujeres que han pasado toda su vida trabajando y entre otras tantas cosas, algo que quiero pedirle de favor: La ayuda al Manicomio del Km. 28 de la Autopista Duarte. Por favor, Señor Presidente, dése una vueltecita por allí y compruebe lo que está pasando ahí.

Sé que la política no es como la pintan, ni como se escribe en los libros. Que a veces se calla aunque se quiera gritar. Que hay políticos mediocres, charlatanes, groseros, brutos y, sobre todo, corruptos. Y que usted, según he visto, le han dejado atadas las manos para que no pueda tomar con libertad algunas decisiones. Supongo que usted no quiere eso. Pero tengo la impresión de que si corta esa soga, pase lo que pase, el pueblo lo apoya y esos malandrines que lo ataron se irán pal'carajo. Siga adelante. Un año en la presidencia es poco. En los años que le quedan, nosotros los que estamos lejos, si se acaba con la violencia callejera, los robos, los asaltos, la corrupción y algo más, volveremos. Usted no se imagina lo que añoramos esos campos, esos mares, esos ríos, esas montañas, esos amigos y familiares. Por eso, Señor Presidente, aunque la policía está en las calles, lo más importante sería educar al pueblo, a las familias, a los adolescentes, a la misma policía, en fin, que los habitantes de nuestro pueblo sepan que no pueden, ni deben hacer lo que impiden las leyes y sobre todo la moral.

Perdone que le diga estas cosas. Lo hago con todo el respeto que usted me merece. Es que creo con firmeza que educar a los ciudadanos, además de hacerle cumplir las leyes, es lo más importante. Pero también, y sería excelente, meter en la cárcel a los corruptos (que hay demasiados), a esos que nacieron y se criaron con chancletas y un solo pantalón y hoy tienen, sin sentido, tres carros de lujo, una o varias casas opulentas y millones de pesos, dólares y euros, sin poder justificarlos. Hay deslealtad y alevosía en muchos políticos. Pero si usted hace lo que nunca se ha hecho con esos charlatanes, le juro que su gobierno tendrá una condecoración que saldrá del corazón de los dominicanos. Le deseo lo mejor en estos años que le quedan por gobernar. Que Dios lo proteja.

Pero por favor, no se olvide de dar un vueltecita por el Manicomio del Km.28 de la Autopista Duarte. Recuerde que los locos también son ciudadanos dominicanos y que merecen atención. Si lo hace, mi corazón sonreirá por siempre y el agradecimiento brillará en mi alma.


www.diariolibre.com. SAUDACES. 30 agosto 2013.

A LA JUVENTUD DE LA CAPITAL (Sobre el periodismo / Fragmentos)



Ulises Francisco Espaillat

Si yo viniera a anunciaros que un país no puede progresar sin periódicos, por mas favorables que sean todas sus condiciones, no os diría nada nuevo; tan vulgar ha llegado a ser

Ahora bien, en los primitivos tiempos de la creación, cuando las fieras, potentes por su fuerza y su abundancia, disputaban al rey de los animales el imperio de la tierra, era indispensable, para que este saliera airoso de la lucha, que empleara en los combates que constantemente se daban todos su fuerza y destreza físicas; poco a poco el hombre fue adquiriendo nuevos conocimientos, hasta quedar-con raras excepciones-dueño absoluto. La lucha ha mudado por completo de naturaleza. De todos los monstruos que con el hombre nacieron no queda más que él mismo, y hoy los medios que deben emplearse para domeñar esta fiera, la peor de todas quizás, han de ser forzosamente distintos.
Las sociedades modernas necesitan- para ser bien dirigidas- que aquellos que se ocupan de la cosa pública cultiven y desarrollen con todo esmero sus facultades intelectuales. Una vez que deben ser jóvenes (jóvenes de espíritu)e ilustrados los que deben imprimir la marcha a la sociedad, nada más natural que este trabajo se le encomiende a aquella porción que más se haya distinguido por sus desvelos y constante aplicación al estudio.

¿Cuál habrá sido la causa de la efímera vida del periodismo en nuestro país?-pueden ser varias.

No recuerdo si durante la dominación haitiana se publicó algún peritico en esta parte de la isla; es probable que no: mas, tan luego como se proclamo la independencia, principio el periodismo, de corta vida en verdad, pues si nacía una hoja, era porque había muerto la anterior.

Investiguemos las causas que tan poderosamente han podido influir en matar entre nosotros este gran elemento de la civilización. Muchos creen que la culpa ha sido de los gobiernos, que toleraban solamente los periódicos que se resignaban a ver, no con sus propios ojos, sino con los del poder. De esto puede haber  habido algo. Otros  han dado en el achaque de creer que el mal ha consistido en el poco expendio de los periódicos mismos, debido al pequeñísimo número de personas que saben leer. No vacilo en decir que es falso, pues estoy segura de que aquí se leería mucho con tal que no costara nada, por aquello de a” caballo dado no se le repara el colmillo”. No han faltado algunos que han atribuido el mal al antinacionalismo de muchos, que han dado en no hallar bueno sino lo que se hace en el extranjero.
Alguna razón hay en esto. No deja de haber tampoco quienes crean que las frecuentes discordias civiles han sido parte a haber matado el periodismo, y quizás no les falte razón. Los intereses de partido no pueden ser nunca los grandes intereses de la Nación, y no puede agradar de modo alguno el tener que pagar para que se discutan intereses puramente personales, se desfueguen las pasiones, o se zahiera al mismo suscritor. NO pocos han sido de opinión de que-si los periódicos que ha tendio el país no han tenido larga vida- ha sido debido a que las materias que han tratado no han sido del gusto de la generalidad, o mejor dicho, a que no se ha sabido comprender las verdaderas necesidades de la Nación. Yo creo que hay algo de verdad en esto. Nuestro pueblo ha sido siempre mal juzgado por nacionales y extranjeros, y peor por aquellos que por estos; se ha dicho de el-entre otras cosas poco halagüeñas-que” es muy apático y que ve con demasiada indiferencia la instrucción”. Yo creo que es todo lo contrario, y que a nuestros conciudadanos os devora el deseo de aprender. Pero aquí se os presenta la rand dificultad. ¿Esta está en el estilo o los asuntos? En ambos quizás; pero sea lo que fuere, estoy segura que el discurso que los literarios encomien hasta la exageración por la sublimidad de los pensamientos, elegancias del estilo y demás prendas del buen lenguaje, no es otra cosa para la generalidad de los lectores que una verdadera jerga.

Aquí me han venido ganas de anotar dos circunstancias a cual más importantes. Cuando hay sustantivos, masculinos femeninos, la gramática quiere que el adjetivo sea masculino, lo que prueba que los hombres, y no las mujeres, han hecho la gramática; y la ley exige que cuando hay militares y civiles acusados de un mismo delito o crimen, por muchos que sean los primeros, y por pocos que sean los segundos, han de ser sometidos a los tribunales ordinarios, y no a los consejos de guerra, lo que también prueba que los legisladores que tal cosa dispusieron, eran unos sabios, y no eran militares. También se desprende de ésto que los tales legisladores no hicieron esas leyes en pueblos oprimidos, en donde la opinión pública es tan condescendiente, que en  lugar de pedir que se amplíen las garantías, pide al contrario que se cercenen.


ESCRITOS/ ULISES FERANCISCO ESPAILLAT. Sociedad Dominicana de Bibliófilos inc. Santo Domingo República Dominicana 1987.